.
Hoja Electrónica |
|||
Textos del Taller Abrir las
(J) Aulas (julio, 2001)
|
|||
Cuentos de Enterradores Daniel Ramírez La sorpresa del baúl Bueno, lo que le voy a contar me paso a mí, a Antonio, a José y a Juvenal. Estábamos abriendo una fosa, porque uno no sabe cuando va a aparecer un cliente y hay que estar prevenido. Llevábamos como medio metro de hondo cuando con la pala choqué con algo duro... de una vez me puse pilas y les dije: aquí como que hay un entierro. Ellos brincaron de una vez, escarbamos con cuidado y en la esquina apareció algo que parecía como un baúl. Queríamos sacarlo, pero había mucha gente por ahí, entonces lo tapamos otra vez con la tierra y fuimos a decirle al patrón que seguiríamos con el trabajo al otro día, por ser ya las cinco de la tarde. Nos pusimos de acuerdo para volver a la media noche. Entonces trajimos palas, una linterna, un pico y un litro e'ron pa' darnos valor. Cerca de la fosa un perro sarnoso nos dio madre susto con los ruidos... De una vez sacamos la caja, que era bastante pequeña y qué emoción nos daba pensar que estuviera llena de joyas y morocotas, pero no estaba muy pesada. De una vez, le reventamos el candado con el pico y ¿a qué no sabe qué había dentro? Unos pendejos papeles, unas cartas viejísimas que se escribían unos amantes como en 1890. ¿Qué hicimos? Pues mijo, las dejamos ahí en la caja, al lado de unas piedras y nos bebimos el litro e´ ron pa´ pasar la arrechera. |
La urna que suena Tenía apenas tres semanas trabajando, estábamos Antonio, Pedro y yo atendiendo el entierro de un difunto y habíamos comenzado a bajar la urna cuando comenzó a sonar. Eso nos asustó y a mí se me puso la carne de gallina. La gente comenzó a decir que el tipo estaba vivo y nosotros no sabíamos qué hacer, si bajarlo o subirlo... De pronto, la viuda me agarró por la camisa y me zarandeó pidiéndome a gritos que lo sacara, que su esposo estaba vivo. -Señora, le dije, suélteme que me está ahorcando... Pero no me soltaba, es más, la gente se empezó a alborotar y nos empezó a gritar que lo sacáramos. Como pude, me zafé y le pregunté a los muchachos: ¿y ahora qué hacemos? Ellos me dijeron: habrá que subirlo, si no estos nos caen a palos. Yo pensaba: cónchale, si el tipo está vivo vamos a salir por el periódico y quien sabe si en la televisión... entonces subimos la urna y ese rebulicio de gente encima... Al destaparlo, la hediondez que salió fue espantosa... tuvimos que taparlo rapidito y de una vez cubrirlo con el cemento. Desde esa vez, gracias a Dios y a la Virgen no me ha pasado nada igual. |
Volver al Índice de Publicaciones