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Hoja Electrónica

Textos del Taller Abrir las (J) Aulas (julio, 2001)

LA CABUYA DE LOS 33 NUDOS

Hermes Vielma

Reunidos en una bodega, donde las conversaciones sobre el resultado de las loterías es el tema central, le pregunté a la señora Berta, una anciana de aproximadamente 70 años de edad, si le tenia miedo a los muertos. Me respondió con voz de valentía y moviendo el dedo índice: Yo no le tengo miedo a los muertos porque yo hablo con ellos y lo que hacen es ayudarme, ¡ay¡ dígame si los alumbro, yo siento que están todo el día conmigo. Vaya para la casa para enseñarle los poderes de un muerto. Cuando visité a la señora Berta en su casa y le comenté sobre el trabajo que estaba realizando, "uuta pero que estudios raros", tomamos café y me dijo: aguaite lo que le voy a contar: Cuando mi sobrino murió a la edad de 35 años, pues el sobrino con quien yo echaba más vainas, pues mirá, hasta bailaba con él, a mí me pegó mucho, yo misma lo afeité, le acomodé su bigote y hasta lo peiné y lo puse bien muñeco, lo que no pude fue cerrarle la boca, traté de cerrárseela, pero tenía esa quijada tan tiesa, que ni con un trapo que le amarré...entonces el señor que lo estaba inyectando con formol, me dijo que si quería cerrarle la boca, se la obligara con la mano izquierda y le rezara un padre nuestro.

Cuando quedé sola vistiéndo al finao así lo hice y, mire, usted no me lo va a creer, pero el muérgano cerró la boca apretadita, que hasta yo le dije : Lo que pasa es que voz no rezabas, carajo. Bueno, yo pa seguir la costumbre de mis tatarabuelos y abuelos busqué una cabuya y le volví a hablar, le dije: Alirio, voy a tejer esta cabuya con 33 nudos, paque me ayudés en los momentos de desesperación y necesidad. Por cada nudo le recé un padre nuestro, se la puse alrededor del cuello, después la pasé por debajo de cada hombro, se la crucé por encima de la barriga y por cada muslo y ahí la dejé, repitiendo: Alirio, paque me ayudés en momentos de desesperación y necesidad. Luego se la quité y la guardé en escaparate, y lo terminé de vestir, en tualito me llevé la cabuya y la guardé en la cartera bien enrrollaíta.

Cuando tengo un problema, yo rezo 3 padres nuestros, le pido ayuda a Alirio y desato un nudo, santo remedio paque se me solucione ese problema. La señora Berta se levantó, se llevó los pocillos del café, entró a la cocina y espantó unos gatos, cuando regresaba de la cocina por el pasillo, me enseóo la cabuya, la estiró a lo largo, y me dijo: Aquí está, mire, ya le he soltado 12 nudos... y me la arrojó encima, cayendo sobre mis hombros. Yo salté hacia atrás y me quedé paralizado como por 10 segundos, con la mente en blanco y la boca abierta. En realidad, me asusté. La señora Berta se sonrió y me dijo: No le tenga miedo que el muerto es buena gente. Con mucho cuidado y lentamente me quité la cabuya, con la mirada fija en todos los nudos, sin pensar nada, la única imagen que tuve en la mente fue la del muerto, totalmente desnudo y enrrollado con la cabuya. Se la devolví a dona Berta, la enrollé en pequeños círculos y regresó a la cocina. Me despedí dándole las gracias. Hoy en día la imagen se me vuelve a representar cada vez que presencio un acto mortuorio. Entonces pienso en aquel momento y me sonrío, como burlándome de mí mismo.

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