La fiesta brava ha sido un tema persistente en el escultor radicado en Mérida. Las piezas que reinventan al Toro de Lidia y el momento de la muerte muestran sus estrechos vínculos con su tierra natal Cádiz, España. "Los toros representan una pasión muy arraigada en mí, como también pasó con los poetas Miguel Hernández y Federico García Lorca. A través de la escultura, como ellos dos lo hicieron a través de la poesía, encontré una manera de representar esa obsesión de niño. Ha sido fascinante esculpir en arcilla a ese animal espléndido."