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![]() Bolso creado por el grupo étnico: Yu’pa procedente de la Sierra de Perijá.
![]() Portada del libro La persistencia de los dioses (1985)
![]() Figura antropomorfa
Piñango, Estado Mérida. ![]() Portada del libro La cultura campesina en Los Andes venezolanos (1976)
![]() Río Chama
![]() Habitante de las montañas de Mérida
![]() Nohelí Pocaterra, reprentante oficialista de los grupos indígenas en Venezuela.
Como en las películas de vaqueros Al llegar los españoles a Venezuela, los indígenas tuvieron distintas reacciones. Unos se defendieron con resistencia armada. Aquí en Mérida la hubo hasta muy entrado el siglo XIX, es decir, hasta muy tarde, sobre todo en los grupos de origen Chibchas, con focos de resistencia en las alturas. Bajaban y atacaban los pueblos españoles y luego a los criollos. En el siglo XIX se mudaron, se fueron al sur del Lago de Maracaibo y a la Sierra de Perijá y fueron llamados Motilones. Tenían una gran identidad étnica, por eso es que resistieron tanto. Incluso, a principios del siglo XX, atacaban los trenes –como en las películas de vaqueros- de las compañías norteamericanas de petróleo que llevaban el petróleo desde la zona Machiques hasta Maracaibo. En la década de los 80 el gobierno inició trabajos para canalizar los ríos de la zona y eliminar varios pantanos donde los indígenas vivían en montículos. Fueron una vez más excluidos de sus tierras y terminaron finalmente sólo en la Sierra de Perijá. Timotes y cuicas Los historiadores erróneamente llaman a los indígenas de Mérida “Timotocuicas”, término que estamos combatiendo los antropólogos de occidente. Nosotros utilizamos ese término "Los Muku-Chama" ofreció Julio César Sálas, que fue un investigador de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Había “timotos” en el páramo y había “cuicas” en Trujillo, en la zona que se llama todavía así “Cuica”. También existían los Mucuchíes y los Chiguaray. En todas partes había familias que pertenecían a una misma cultura, como lo demostraba su agricultura, los rituales mortuorios según la jerarquía social, la artesanía… pero hablaban lenguas distintas. Cuando llegaron los españoles a Lagunillas se encontraron con una ciudad con árboles frutales, plantas de todos tipos, conucos muy bien organizados y que criaban pavos que hoy todavía los campesinos merideños los llaman con su nombre chibcha “piscos”. Los únicos sitios donde los cronistas de la colonia reportaron la cría de pavos ha sido en México y en Lagunillas, por eso nuestro campesino merideño está acostumbrado a criar pavos, a comer huevos de pava, mientras que los otros campesinos venezolanos no. Recreando una cultura Estar en Mérida desde 1971 me ha permitido profundizar en la cultura de la zona; se ha hecho una investigación más sistemática de nuestra población criolla campesina que en otras regiones. En ella se puede observar cómo la cultura indígena resistió reestructurándose cuando tuvo contacto con la cultura española. Los campesinos tienen conciencia de ese proceso y conservan su historia, la cual hemos recogido muchas veces… Claro está, no es la misma historia que enseñan en las escuelas. Hemos observado que conservan sus mitos transformándolos en función de elementos nuevos. Por ejemplo sus dioses tomaron la forma de los santos católicos. Transformaron sus animales míticos en función de los nuevos animales que trajeron los españoles. Vemos así cómo además de los venados, tigres, jaguares, pumas, leones, águilas, cóndores, cachicamos se integraron a los ritos los caballos, chivos y los perros – bueno, había perros, pero como ellos dicen “perros mudos” –. Cuándo hablan del arco iris, por ejemplo, dicen que tiene forma de culebra y cabeza de caballo. Los danzantes de Pueblo Nuevo del Sur tienen la fiesta de Santa Rita. Cada caserío viene con su animal mítico para bailar, los cuales representan seres del pasado que dieron origen a los hombres. Usan animales autóctonos como la iguana, el cachicamo y el oso, pero agregaron el chivo, el perro y el toro. Eso es creatividad, una creatividad que también es una forma de resistencia; han conservado la estructura de sus expresiones culturales y al mismo tiempo han creado nuevas. Secretos de nuestro pasado agrícola Antes de la llegada de los españoles Mérida era más agrícola que ahora, porque los indígenas tenían la tecnología de las terrazas. Las crónicas del principio de la conquista hablan de cómo las laderas estaban terraceadas y teníamos sistemas de riego por todas partes. Ellos llamaron a los canales de riego de los indígenas “acequias”. Muchas desaparecieron; las utilizaron para haciendas o para hacer acueductos para las ciudades. Por eso la zona de Acequias en Mérida se llama así, porque –es impresionante, de verdad- posee kilómetros y kilómetros de canales de riego de origen indígena. Los españoles que estuvieron aquí no entendieron la importancia de la agricultura en terrazas. En Perú, en cambio, sí supieron apreciarlas porque a ese país llegaron grupos más educados. Incluso, llegaron a hacerlas. Los que llegaron aquí las eliminaron cuando ingresaron el arado. Hoy en día todas las terrazas están cubiertas por algunas selvas, pero también hay algunos vestigios en Mucurubá y Escaguey. Un poco de lenguaje Otra de las características de nuestros indígenas es que en la composición de su lenguaje utilizan los radicales “mu” y “ku”. La gente creía erróneamente que se trataba de una sola sílaba “mu-ku” y que su significado era “lugar”. Pero el “mu” en realidad significa “la tierra sagrada de los antepasados” en los idiomas chibchas y “ku" que tiene que ver con los clanes, matrilineales y matrilocales, porque ellos estaban organizados alrededor de la familia materna, como en el caso de los actuales Wayuu. Ellos tenían varias lenguas; las de origen chibcha y otras arawuacas que llegaron desde los llanos y desde el lago de Maracaibo. Ahora se conocen como Muku-chamas. “Mu-ku”, porque es cierto que aparece muy a menudo estos radicales en los nombres de la tipografía y “Chama”, porque es el río principal de la zona -y con ello se distinguen de otros grupos indígenas. De seguro tenían su propio nombre, pero no lo hemos logrado conocer, porque los españoles nunca recogieron eso en sus crónicas y si lo hacían los llamaban erróneamente con el nombre de algún Cacique. Destierro y reencuentro Para no perder su cultura y su lengua los indígenas de nuestro país se iban lejos de los asentamientos que tuvieron antes de la colonización. Otros fueron encomendados. Al principio el rey español mandaba a que ellos tuvieran tierras ( que llamaban en esa época resguardos ). Pero muy rápidamente fueron invadidas; primero por los españoles y después por los criollos. Nosotros tenemos todavía indígenas en Mérida que preservan esas tierras y los estamos asesorando para que se las puedan reconocer a través de las nuevas leyes sobre tierras indígenas. En la constitución anterior a la de 1999 no se habla ni una vez de los indígenas, como si no existieran; cuando teníamos 34 etnias en Venezuela. Al principio del siglo XX había 52; desparecieron 18. En otras zonas -como Mérida, Trujillo y Lara- existen descendientes de antiguas etnias que aunque perdieron su lengua -infelizmente en las últimas décadas las perdieron definitivamente- aún conservan costumbres como la tierra colectiva, las creencias, los rituales, las formas de trabajar la tierra y sus productos. Frutos de la resistencia Ahora me siento optimista, porque creo que en los últimos años ha habido avances para que los derechos de nuestros indígenas sean reconocidos. La constitución de 1999 reconoce el derecho a la tierra y también a la participación. Nohelí Pocaterra ha sido presidenta de la Asamblea dos veces; eso nunca antes pasaba. La vida del indígena ha sido difícil, pero están empezando a recuperarse. Les gusta muchísimo que hayan reconocido su lengua y que donde quiera que exista población indígena las escuelas obligatoriamente deben ser bilingües. Todavía existen muchos problemas, por ejemplo para la entrega de los títulos de propiedades colectivas. Desde 2000 casi todos los grupos poseen una autodemarcación de sus territorios (de sus resguardos), pero ha habido retrasos y ahora –casi cinco años después- es que acaban de reconocer algunos. Hace poco vinieron 222 representantes de los indígenas, además de antropólogos y gente que ha trabajado en eso, para estudiar por qué no se le da término a ese proceso. Una de nuestras conclusiones es que tal vez los mismos funcionarios encargados no están convencidos de la necesidad de entregar esas tierras, porque están formados en la Venezuela de ayer, en la historia que muestra que el indio es irracional, infantil, que no tiene por qué tener tanta tierra, pero repito, soy optimista, se trata de cuestiones que poco a poco se están resolviendo y los indígenas ahora están pendientes y tienen poder para que finalmente se haga. |
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