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Al Río Jiménez   Angustias del Campesino   Canto a Andrés Linares   El Chimo e` mi Compadre   ¡Oh Ventanita Azul!

 

Al Río Jiménez.

Destacando el verdor de sus riberas

y murmurando su canción sonora,

va el “Jiménez” ondeando en sus praderas,

refrescando los labios de su flora.

 

De cada onda en su rodaje breve

se levanta un suspiro cantarino

que cristaliza bajo el aura leve

del primor de un canario en dulce trino.

 

Al rumor de sus aguas cristalinas,

lanza en el zorzal sus notas armoniosas,

y se oye el claro desepertar de ondinas

surgiendo entre sus olas misteriosas.

 

En su andar majestuosos entre plantíos,

convierte sus espumas en bajeles,

lleva un dulce frescor a sus bohíos

y les riega sus rosas y claveles.

 

Yo siempre te recuerdo con cariño:

en mi gloria, en mi triunfo y desventuras,

me embriagué en tus encantos cuando niño

y en tu seno jugué mil travesuras.

 

Henchida mi alma, siempre se extasía

al evocar tu dulce sinfonía,

aunque lejos de ti por el destino.

 

Quisiera yo, bajo la blanca luna,

limbar con lirios tu mullida cuna

y regar con mis besos tu camino.

Manuel Antonio Briceño R. San Lázaro, 1956.

 

Angustias del Campesino

 Empieza el ciclo de siembra,

y el lunes llegué al barbecho,

garrocha y mancera en mano,

tengo la yunta enyugada

para empezar la faena;

y elevando una plegaria,

le pido a Dios que me dé

esta año cosecha buena,

que mi familia tiene hambre

y a mí me mata la pena;

el año pasado, malo

y el antepasado, peor;

esta cosecha empeñada;

favorécenos, señor.

 

Estos campos son muy buenos;

el tiempo es el que ha cambiado,

el Patrón no quiere creer,

porque cree que lo he robado;

que culpa tengo yo

que el fruto se haya pasmado.

 

Él, me sube el interés;

la deuda me tiene ahogado,

y ha llegado a amenazarme

que si no le pago este año,

me agarra con mi familia

para ser su conchabado.

 

Pasaron los cinco meses;

vino la recolección,

la cosecha fue muy buena

a mí me escuchó el señor,

y con el dinero habido

le pagué toda la cuenta

al avariento patrón,

y me alcanzó pa´comprarle

a mi vieja un camisón.

 

Unas cuantas camisitas

y también los pantalones,

pa ‘ cubrir los cuerpecitos

de mis ocho barrigones.

 

A darle gracias a Dios

de rodillas, yo me he hincado

por haberme permitido

seguir viviendo en la tierra

que, para habitarla ha creado.

 Antonio Aguilar L. San Lázaro, 1966.

 

Canto a Andrés Linares

 En San Lázaro, un prócer nació

que, luchar por su patria quería

con su sangre los campos regó

porque odiaba la ruin tiranía.

 

Con sus brazos de bronce, vencía

al felino, a los hombres y al toro;

en su frente y su faz relucían,

la nobleza, el valor y el decoro.

 

El Sansón de mi pueblo, tenía

alma blanca y un cuerpo de acero,

en las lides, su espada blandía

en fogosos corceles cerreros.

 

El cañón, en la cumbre rimbomba,

pero el pròcer, intrépido avanza

no le arredra el fragor de la bomba

ni el tremendo crujir de la lanza.

 

Sus proezas, Bolívar admira,

también Meza, Mendoza y Carrillo;

el amor a su patria lo inspira

para glorias de nuestro Trujillo.

 

Trepa sierras y cruza los mares

con arrojo, con gran valentía;

Cid glorioso nuestro Andrés Linares,

Prez y orgullo de la patria chica.

 Tomás Heredia Ramírez. San Lázaro, 1970.

 

El Chimo e` mi Compadre

 Compaíto dame “mo”

pero.......... “cuidado pué”;

porque yo no masco borra,

ni chimó de monte,

tampoco es “istú”,

eso ya lo sabes tú

y no me digas que no,

que yo masco chimó bueno

de tabaco bravo

y de guaje “simú”.

 

Prepara una cuenta

que sea bien picante

y tenga buena venta

aquí entre los marchantes,

que la gente diga:

“qué sabroso es esto,

es bravo como la hormiga,

que “no hay otro igual”.

 

Bátelo “pa yá”

bátelo “pa cá”,

ponle los aliños

y échale “cernáa”;

sácale la leña,

bájate las pailas

mira que ya está.

 

Bátelo “pa yá”

bátelo “pa cá”

ponle los aliños

y échale cernáa;

ya lo estoy picando,

pásame las hojas

voy a “embojotá”.

 Tomás Heredia Ramírez.

 (El historiador trujillano Arturo Cardozo, en su recién reeditado “Sobre el Cauce de un Pueblo” señala para 1915, que de los 18.000 kilogramos de chimó producidos en el estado, 10.000 de ellos se producían en San Lázaro. Ello nos puede dar medida del impacto económico de este producto artesanal en esta población, invento indígena común a los timotocuicas y que entre sus componentes tenía la sal de Urao, extraída de la sagrada laguna del mismo nombre en Lagunillas de Mérida.  Se destacaba también la comarca en producir, para la fecha, casi la mitad de la producción arrocera de Trujillo, un total de 11.000 kg)

 

 ¡Oh Ventanita Azul!

            ¡Oh, ventanita azul, que te delineas inelegante y  sin gracia, allá casi en el fondo de la vía, que ni el rico, ni el pobre pasajero, ni la sutil y graciosa figura de una niña; ni la joven campesina al pasar delante de ti  se dignan consagrarte una mirada, oh silenciosa observadora del caos de la vida, para mí eres una prenda preciosísima!

              Recuerdas, cuando en las tardes de agosto una bella morena sentada a tu lado dejaba caer sobre ti su espléndida cabellera; dime, ventanita azul no la oíste nunca pronunciar un nombre.

              Cuando triste acariciaba los brazos tuyos con sus delicadas manos, manos de ángel, y la mirada melancólica, se fijaba en el espacio infinito, dime ventanita azul, ¿no le oíste nunca un suspiro?.

              Cuando en tu seno recibías su frente, frente de Diosa, dime ventanita azul, dime, no le arrancaste nunca ninguna palabra que me pudiera hacer feliz.

 Sirio. San Lázaro, 1908.

 (Bajo el seudónimo de Sirio fue publicado este texto poético en “El Esfuerzo Juvenil”, periódico sanlazareño en 1908, el cual se imprimía en la Imprenta Juvenil, la imprenta que Elbano Provenzali había llevado para editarlo)

  

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